Grow the Earth. Grow Biointensive. Grow Abundance.
Una Semilla
En una semilla hay todo lo necesario para la vida y para el crecimiento de una variedad completa de plantas con sabores y aromas únicos y formas increíbles. Agregue agua limpia, aire y nutrientes y revele esa vida con todo su potencial.
Hace muchos años, cuando empezaba el trabajo de mi vida con la horticultura, coloqué muchas de mis semillas en tarros y los tarros en una repisa solo para poder ver la diversidad y belleza de todas las semillas. Tanta diversidad y potencial en un solo lugar—vegetales, hierbas, flores y granos. Era maravilloso—casi inimaginable. Somos tan afortunados.
Abundancia y Vitalidad
En 1885 los dueños franceses de la compañía de semillas Vilmoran publicaron una versión en inglés de su trabajo épico acerca de las verduras y cómo cultivarlas de la mejor manera. En la introducción se lamentaron por la gran cantidad de diversidad y vitalidad que se habían perdido de las semillas disponibles en esa época y recordaron los viejostiempos y la próspera abundancia de ese entonces.
En el 2008 aún nos preocupamos por esa pérdida de abundancia y vitalidad. Nuestros cultivos tienen una cantidad mucho menor de minerales e incluso de calorías de la que solían tener. Sin embargo e irónicamente, ahora algunos rendimientos por acre (.40 has.) son aún mayores de lo que eran en el pasado porque los cultivos ahora contienen más agua por libra (545 grs.).
En la actualidad menos del 5% de todas las variedades utilizadas en la agricultura a través del tiempo para cultivar alimentos están disponibles. La mayoría de las otras variedades están extintas o prácticamente no disponibles. En el lado positivo, si usamos los métodos biológicamente intensivos apropiadamente, podemos remineralizar nuestros suelos y usar las semillas que produzcamos para preservar las variedades de semillas restantes en nuestros huertos, minigranjas y granjas. Además, si las semillas se cultivan y se guardan en diferentes regiones, dichas semillas se aclimatarán a nuestros suelos y climas y serán más saludables y producirán mejores alimentos para nosotros.
El Huerto del Próximo Año en el Huerto de Este Año
¿Cómo funciona la produccion de semillas?
Solo se necesita 3% más de área en el huerto de este año para cultivar las semillas que necesitamos para el cultivo de nuestros alimentos el próximo año. ¡Qué eficiencia más fantástica! Un buen comienzo es utilizar variedades de semillas de polinización abierta que se polinizen solas—como jitomate, frijol, lechuga, trigo y avena. ¿Por qué no agregar el placer de cultivar su propia avena y hacer su pan como parte de la experiencia? El sentimiento primigenio suscitado al ver “olas de granos” en casa es inigualable. Y el sabor del pan recién horneado hecho con semillas recién cosechadas es algo que pocos hemos disfrutado. ¡No deje pasar otro año sin vivir esta experiencia!
Una Perspectiva
Hace muchos años Leo Tolstoy escribió uNa historia llamada “El Grano”—
Había una vez unos niños que encontraron en un barranco algo pequeño y redondo que parecía un huevo pero que también tenía una muesca en el centro así que era como un grano de maíz. Un transeúnte lo vió en las manos de los niños y se los compró por un pitak. Luego se lo llevó al pueblo y se lo vendió al zar como una pieza rara.
El zar mandó a llamar a sus hombres sabios y les ordeó examinar la cosa redonda y les pidió que le dijeran si era un huevo o un grano de maíz. Los hombres sabios cavilaron y cavilaron, pero no pudieron resolver el problema. Así que dejaron a la cosa redonda en la repisa de la ventana y una gallina llegó y la picoteó un poco y le hizo un hoyo de modo que entonces todos pudieron ver que era un grano de maíz. De modo que los hombres sabios se apresuraron a regresar y le dijeron al zar que la pequeña cosa redonda no era más que un grano de centeno.
El zar estaba asombrado y les ordenó a los hombres sabios que determinaran dónde y cuándo había sido cultivado ese grano. De modo que los hombres sabios reflexionaron y reflexionaron y buscaron en libros, pero no descubrieron nada. Por lo tanto, regresaron con el zar y le dijeron: “No podemos encontrar la respuesta a esas dos preguntas pues no encontramos nada escrito en nuestros libros acerca de eso. Pero sugerimos que su Imperial Majestad indague entre los campesinos ya que quizá alguno de ellos escuchó alguna vez entre sus ancestros dónde y cuándo se sembró este grano”.
Así que el zar ordenó que le trajeran a una persona bastante mayor de entre los campesinos. Así que lo buscaron y lo llevaron ante el zar. El anciano estaba pálido, no tenía dientes y caminaba con muletas y con dificultad.
El zar le mostró el grano al anciano, pero era distinto a cualquier cosa que él había visto antes. De hecho, con trabajos lo veía, pero lo medio examinó con sus ojos y lo medio sintió con sus manos. Entonces el zar le preguntó: “Sabe, buen abuelo, ¿dónde fue cultivado este grano? ¿Alguna vez usted cultivó algún grano similar en su campo o compró uno parecido?”.
El anciano era sordo, y escuchó y entendió con gran dificultad así que fue lento para responder.
“No,” dijo al fin, “nunca se me ocurrió sembrar o cosechar o comprar un grano así. Cuando compramos maíz era de granos finos y pequeños”. “Pero”, continuó, “haría bien en preguntarle a mi padre. Quizá el haya escuchado en dónde se cultivó ese grano”.
Así que el zar mandó al anciano a buscar a su padre y ordenó que lo llevara ante su presencia. El padre del anciano fue encontrado y llevado ante el rey y entró cojeando con una sola muleta. El zar le mostró el grano y el hombre pudo verlo claramente pues aún veía bien. Entonces el zar le preguntó:
“Sabe, mi buen anciano, ¿dónde fue cultivado un grano así? ¿Alguna vez usted sembró un grano similar en su campo? O ¿alguna vez compró un grano similar en algún lugar?”.
El anciano no escuchaba bien sin embargo podía escuchar mucho mejor que su hijo.
“No”, “nunca se me ocurrió sembrar o cosechar un grano así ni comprarlo ya que en mi tiempo no se usaba el dinero para el comercio. Todos cultivaban las cosas para hacer su propio pan y en cuanto a otras necesidades compartíamos entre todos. No se en dónde pudo haberse cultivado ese grano porque a pesar de que nuestro grano era más grande de lo que es ese grano ahora y daba más harina, nunca había visto un grano así. Pero he escuchado a mi padre decir que en su tiempo se cosechaba mejor maíz del que se cosecha en mi tiempo y que era más grande y daba más harina. Haría bien en enviar por él y preguntarle”.
De modo que el zar mandó a buscar al padre de este anciano y lo encontraron y lo llevaron ante el rey. El hombre entró sin muletas—de hecho, caminando con facilidad—y sus ojos aún brillaban y hablaba con claridad. El zar le mostró el grano y el anciano lo vió y le dio vueltas y más vueltas.
“Ah” dijo, “¡pero hacía mucho tiempo que no veía un grano de los viejos tiempos como este!”. Luego mordisqueó el grano y masticó un bocado. “¡Es el mismo!” exclamó.
“Entonces dime abuelo,” dijo el zar, “¿dónde y cuándo se cultivó este grano? ¿Alguna vez lo sembraste en tu campo? O ¿alguna vez lo compraste en algún lugar?”.
Entonces el anciano respondió: “En mis tiempos un grano como este se podía cosechar en todos lados. Yo viví y mantuve a otros con él y lo sembré y lo coseché y lo molí”.
Y el zar le preguntó nuevamente: “Dime, buen abuelo, ¿alguna vez fue tu costumbre comprar ese grano en alguna parte o siempre lo sembraste en tu propio campo?”.
El anciano sonrió. “En mis tiempos,” dijo, “nadie hubiera pensado en cometer el pecado tan grande de comprar o vender granos. No sabíamos nada del dinero. Cada hombre tenía tanto grano como quería”.
Entonces el zar preguntó otra vez: “Dime, buen abuelo, ¿en dónde fue que sembraste este grano—en dónde estaba tu campo?”.
Y el anciano respondió: “Mi campo era la tierra de Dios. El lugar en el que araba, ese era mi campo. La tierra era un lugar libre y nadie la proclamaba como suya. Lo único que decía que era suyo era el trabajo que hacía con sus propias manos”.
“Ahora dime,” dijo el zar, “dos cosas más: primero, ¿por qué es que en algún tiempo creció ese grano y ya no crece más? Y segundo ¿por qué es que tu nieto usa dos muletas para caminar y tu hijo usa una mientras que tú caminas con facilidad sin utilizar ninguna y además tus ojos aún brillan y tus dientes son fuertes y tu forma de hablar es clara y generosa? Dame una razón para estas dos cosas”.
Entonces el anciano respondió: “La razón para esas dos cosas es que los hombres han dejado de vivir solo de su trabajo y han empezado a anhelar los bienes de sus vecinos. En los tiempos de antaño no vivían así. En esos tiempos vivían de acuerdo a la palabra de Dios. Eran amos de sus propias cosas y no codiciaban lo que pertenecía a otro”.
Olvidar como cavar el suelo es olvidarse de uno mismo—Gandhi.
Lectura sugerida:
A continuación, algunas buenas publicaciones para iniciarse en la producicon de semillas:
Vea mañana el episodio 4 de Un Mundo de Esperanza: “Abundancia desde la Escasez”
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